De acuerdo al estudio del 2013, Tu Hogar No Es Su Hogar, producido por la organización de conservación Vitalis, el saqueo y robo de polluelos es el método principal por el que se capturan pájaros tropicales en Venezuela.
Jeanfreddy Gutiérrez Torres/ Mongabay Latinoamérica
La bióloga Esmeralda Mujica, antigua directora de la Fundación de Zoológicos y Acuarios de Venezuela, miembro de la Comisión de Supervivencia de Especies de la UICN y co-autora del estudio de Vitalis, dice que el Psittacidae — que incluye a 50 especies de loros del Nuevo Mundo, pericos y guacamayas que sólo se encuentran en el país — es la familia de pájaros más amenazada por los traficantes. La primavera es la época del año cuando el mayor número de polluelos son atrapados.
“La Semana Santa coincide con la temporada de reproducción de los loros, lo que hace que la caza de polluelos sea una actividad muy fácil por la región de los Llanos y por el sur del país”, dice Mujica.
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“La gente [local] vive en áreas rurales donde los hospitales ni siquiera tienen agujas, y donde es difícil conseguir trabajo”, explica. De tal manera, la caza de pájaros se convierte en una forma de dar de comer a sus familias. Los pájaros jóvenes en cautivero se adaptan rápidamente a ser manipulados y a ser alimentados por los humanos, y por ello resulta fácil transportarlos y traficarlos. Los Psittacidae venezolanos más comúnmente traficados son las guacamayas rojas y verdes (Ara chloroptera y Ara militaris), los loros de hombros amarillos (Amazona barbedensis), los loros de corona amarilla (Amazona ochrocephala), los pericos de cuello marrón (Aratinda pertinax venezuelae) y los Caiques de cabeza negra (Pionites melanocephala).
Flamencos de la costa
El refugio de especies salvajes estuarino conocido como la “Ciénaga de Los Olivitos” al noroeste de Venezuela entre Colombia y la costa del Caribe ha sido descrito como una “sala de partos” por ecologistas de la zona. Ahí es donde se alimentan y hacen nido una gran cantidad de especies de pájaros terrestes y acuáticos, tanto locales como migratorios. Uno de estos pájaros es el flamenco americano (Phoenicopterus ruber) — una especie que ha prosperado dentro del refugio y que es muy buscada por los traficantes.
“Los ambientalistas y el Ministerio del Ambiente venezolano [el cual recientemente cambió su nombre a Ministerio de Ecosocialismo y Agua] han denunciado el tráfico de especies a través de la prensa”, le dijo Ríos a mongabay.com. “También hemos insistido en la educación de comunidades costeras, quienes a menudo venden animales por unos cuantos bolívares sin comprender como se altera el ecosistema y los daños que esto implica. Cada especie tiene una función dentro de esta bioregión relacionada a su nicho ecológico”.“Algunos de los pescadores trabajan transportando flamencos, atrapando los polluelos y transportándolos escondidos dentro de sus barcos hasta las Antillas Holandesas, desde donde son típicamente llevados hasta Florida”, explica Elíos Ríos, un médico de salud ambiental que trabaja en la autoridad de salud local, y un miembro activo de varias ONGs incluyendo al Grupo Mangle, Amigos del Bosque, y Ecosistema Revolucionario.
Ríos espera que el gobierno tome acciones más firmes para reducir la demanda de pájaros salvajes y otras especies. “Esto es un tráfico de vidas y está deteriorando nuestros ecosistemas. Está llevando a algunas especies al borde de la extinción. Se debe establecer la responsabilidad a nivel internacional, y los traficantes deben darse cuenta de que son criminales y serán encarcelados si entran al país. Nuestra constitución nos obliga a hacerlo; un medio ambiente saludable es un derecho para nuestras futuras generaciones”, declara Ríos.
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Ríos menciona que grupos ambientalistas han puesto una queja oficial sobre el tráfico de animales, pero la Guardia Nacional casi no tomó iniciativa — hizo un espectáculo de atacar a algunos traficantes, sin tomar pasos decisivos para frenar el flujo de especies de ecosistemas estuarinos hacia otros países. “El tráfico no es una prioridad para el gobierno”, dijo.Pero el tráfico continúa sin grandes obstáculos, recibiendo la ayuda de los grandes sindicatos del crímen organizado que trabajan en el famoso Mercado de Pulgas de la región, un bazar informal en la capital del estado de Zulia, la provincia donde se ubica el refugio de la Ciénaga de Los Olivitos.
Saqueo de las riquezas naturales de Venezuela
La información de último momento sobre el tráfico de especies salvajes y sus causas en Venezuela no son fáciles de conseguir, pero de acuerdo a un estudio del 2003 llamado Impacto de la crisis económica venezolana en poblaciones de animales y plantas salvajes, producida por el científico y activista Jon Paul Rodríguez, las contracciones económicas y periódicas en Venezuela han incrementado aceleradamente la explotación de fauna y flora salvaje en el país — especialmente desde el llamado “Viernes Negro” de 1983 cuando se devaluó de manera drástica la moneda venezolana. Mientras la situación económica ha empeorado en los últimos años, muchas personas de bajos fondos se han unido al mercado negro y al tráfico de especies salvajes.
Rodríguez, quien trabaja para el Departamento de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y es presidente de la ONG Provita, explica que no sólo los pájaros son traficados. En la costa, muchos peces tropicales, langostas y caracoles Reina del Caribe (Strombus gigas) son atrapados e ilegalmente traficados como manjares.
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La costa de 2.800 kilómetros, junto a las islas cercanas, hacen que el monitoreo de actividades ilegales sea difícil. Las autoridades ya se encuentran hasta sus límites con una epidemia de robos de barcos vacacionales por parte de piratas — algunos ataques han vuelto violentos. Más de 85 de esos casos han sido documentados entre 2008-2011, y aun más ocurrieron en el 2013.
Los pescadores tradicionales se han aprovechado del desorden en el mundo del tráfico de especies. “Cuando el rastreo industrial fue prohibido [en aguas locales], la pesca tradicional prosperó y no necesariamente tuvo un mejor impacto en el medio ambiente”, dice Rodríguez. Su estudio descubrió que la flota de pescadores tradicionales se duplicó de 1970 a 1995, al mismo tiempo que la flota comercial que operaba en aguas continentales se triplicó en tamaño. Los pescadores tradicionales no son lo suficientemente supervisados en comparación con los rastreadores comerciales, y pueden negociar con las especies amenazadas de peces tropicales sin temer a la persecución.
Durante su investigación, Asmussen aprendió sobre los métodos del tráfico de especies, lo que incluye transportar a animales dentro de contenedores de envío que salen de Puerto La Cruz, un puerto al este de Venezuela. Sin embargo, se enteró de que la ruta más común es la terrestre. Los animales salvajes captivos son fácilmente y discretamente transportados a lo largo de las fronteras de casi 5.000 kilómetros entre Venezuela, Colombia, Brasil, y Guyana. Asmussen reconoce que la “falta de datos” ayuda a que muchas técnicas del tráfico ilegal — y sus rutas — se mantengan secretas.
Ella también descubrió una gran falta de información en las bases de datos, junto a subestimaciones en la literatura sobre la venta ilegal de fauna salvaje. La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), la cual incluye el cardenalito, el loro de hombros amarillos, y las guacamayas en su lista Apéndice I (Amenazados con Extinción), muestra que un total de 257 reptiles, 44 pájaros, y 15 mamíferos han sido vendidos de manera ilegal en Venezuela desde 1975 hasta 2008.
Al final de la ruta del tráfico de especies, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos (USFWS) logró atrapar un promedio de 21 animales venezolanos que habían sido traficados de manera ilegal dentro de los Estados Unidos entre 1994 y 2000.
Estas cifras apenas reflejan el descenso rápido y devastador de la biodiversidad venezolana.