Mientras incrementa la protesta de calle, la participación de grupos armados -llamados paramilitares-, afectos al oficialismo se ha intensificado. Desde el 4 de abril hasta la fecha, los ataques perpetrados por colectivos se han originado en toda Venezuela, de forma simultánea, lo que resulta casi imposible contabilizarlos.
Daniela Martin/Venezuela al Día
Estos colectivos, que han actuado como el último método de represión del gobierno contra las movilizaciones opositoras se han encargado de arremeter contra civiles desarmados, y junto a efectivos de seguridad del Estado suman seis fallecidos y más de 20 hechos violentos, que incluye tiroteo en conjuntos residenciales y golpiza a dirigentes de oposición.
De los sucesos más desagradables, destaca el ataque contra el diputado a la Asamblea Nacional (AN), Juan Requesens, a quien le partieron la cabeza (poco más arriba del ojo) en una protesta frente a la Defensoría del Pueblo. Los responsables, siguen en libertad dando pie a la impunidad de estos actos.
Los grupos armados que simpatizan con el chavismo pasaron a representar esa Fuerza Especial Civil Antidisturbios, que anunció el presidente Nicolás Maduro en una oportunidad. Su “labor” completamente inconstitucional, solo intenta inducir el miedo en la población, que no cuenta con organismos confiables para denunciarles.
Ataques regionales
En el interior del país, la presencia de colectivos chavistas se ha desbordado en días recientes y las denuncias más impactantes se han realizado vía redes sociales, por el silencio cómplice de los principales canales públicos y privados.
Desde el inicio de las protestas opositoras, la ciudad de Barquisimeto, Lara ha sido asediada por estos grupos armados, quienes coordinados con la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y la Policía Nacional Bolivariana (PNB) se han encargado de generar situaciones confusas entre los vecinos, contra quienes disparan en zonas residenciales en reiteradas ocasiones.
Al menos dos víctimas mortales se ha cobrado la “represión” de estos grupos paramilitares en Barquisimeto. El asesinato del PoliLara, Yey Amaro de 36 años de edad y la muerte -que aún se encuentra en investigación-, del joven Tony Canelón.
En Los Teques y otras ciudades mirandinas como Guarenas y Guatire, los colectivos han tomado el control con el apoyo de las alcaldías en manos de oficialistas, que incluso prestan vehículos oficiales para la ejecución de estos delitos.
Denuncian que colectivos salen de comandancia de la GNB en Barquisimeto (Video) https://t.co/tEf83oV2aH pic.twitter.com/gr5RbazGx7
— Venezuela al Dia (@venezuelaaldia) April 17, 2017
La gobernación de Miranda, ubicada en Los Teques, así como la sede de la Policía de Miranda han estado bajo ataque en los últimos días. Ya sea para el robo de armas o para la implicación de dirigentes opositores en hechos violentos, los colectivos han merodeado ambos entes gubernamentales y solo fue lograda la detención de seis de ellos en las inmediaciones de la Casa Amarilla.
En Guarenas, específicamente se han dado saqueos y violaciones a la propiedad privada que han sido orquestadas por estos grupos, que a diferencia del resto de la población, no son reprimidos.
La intención directa además de amedrentar y disolver las denominadas “guarimbas”, es infiltrarse y generar caos que permitan al gobierno nacional calificar la protesta de terrorismo.
Ataques zonas populares
Las zonas populares de Caracas no se salvan de esta arremetida armada. Petare, Quinta Crespo, El Paraíso, la avenida Panteón y la avenida Baralt (cerca de Miraflores) también han sido víctimas de las amenazas de colectivos encapuchados, que sobre vehículos sin placas se desplazan por la zona oeste de la capital infundando temor en sus habitantes.
VIDEO: Así roban los colectivos a un manifestante inconsciente https://t.co/GDtUlRtgtl pic.twitter.com/TP3AiA5mZM
— Venezuela al Dia (@venezuelaaldia) April 17, 2017
Se trata en sí, de un enfrentamiento entre radicales armados y territorios anteriormente chavistas, que ahora difieren de una política que se basa en terrorismo de Estado, para ejercer control sobre una población desesperada, que perdió respeto sobre la figura presidencial, responsable de la peor crisis en la historia del país.