Cientos de miles de venezolanos acudieron a las calles de Caracas y otras ciudades el sábado en ya 50 días consecutivos de protestas contra el régimen de Nicolás Maduro, que ha sumido a Venezuela en el caos y amenaza con convertirlo en una dictadura al estilo cubano, publica el diario estadounidense The Washington Post.
Aunque las encuestas muestran que alrededor del 70 por ciento de la población apoya la demanda de los manifestantes por elecciones libres, el Sr. Maduro y la camarilla corrupta a su alrededor están respondiendo con la fuerza bruta de gases lacrimógenos, cañones de agua, detenciones masivas y tiroteos por francotiradores. Cuarenta y nueve personas habían muerto a hasta este lunes.
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La oposición dice que continuará las protestas hasta que el régimen ceda, y parece tener el apoyo popular para hacerlo. Pero los venezolanos también están esperando desesperadamente la ayuda de actores externos, incluyendo Estados Unidos. Es de reconocer que la administración Trump está respondiendo, rompiendo con una autodestructiva política estadounidense de larga data de evitar la confrontación con el movimiento fundado por Hugo Chávez.
La semana pasada, el Departamento del Tesoro anunció sanciones contra ocho miembros de la corte suprema venezolana, incluido su jefe, mientras que el presidente Trump describió correctamente la escasez de alimentos y la violencia como una “desgracia para la humanidad”. La corte es un objetivo válido: sus miembros no son expertos legales, sino hackers políticos y peor – el presidente de la corte, un ex oficial de inteligencia del Estado, es reseñado ampliamente de haber estado preso por asesinato.
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El régimen de Maduro ha utilizado a la corte para despojar de sus poderes a la Asamblea Nacional, que ha tenido una mayoría opositora de dos tercios desde la última elección que se celebró en 2015. La última y más evidente maniobra contra la asamblea desencadenó la actual ola de protestas callejeras .