Dicen que en Miami se puede sobrevivir sin hablar inglés, mas es imposible vivir sin hablar español.
No a todos los nativos les simpatiza este desequilibro lingüístico en suelo norteamericano. Algunos lo callan, otros lo murmuran y algunos pocos lo verbalizan sin rubor. A este tercer grupo, parece pertenecer un joven dependiente de una tienda de la empresa global de envíos UPS en Kendall, un suburbio de Miami con alto índice de inmigrantes hispanoamericanos.
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Rubio, delgado, alto, apuesto, pero también violento. Así lo muestra un video grabado por una clienta que sufrió un ataque xenófobo en la tienda en un intento por reclamar un reembolso por un paquete que no fue distribuido, según alega.
Rebecca Prinstein, de 47 años, arribó a Estados Unidos en 1992, proveniente de Cuba. Desde entonces, ha tenido dificultad en el aprendizaje del inglés, aunque lo habla machucado. Pero prefiere su lengua materna y viviendo en Miami, una ciudad multicultural, le sale natural hablarlo en las actividades cotidianas.