Personas hambrientas, niños, mujeres embarazadas, abuelos que hacían cola para que les dieran una arepa luego del acto presidencial en la céntrica plaza caraqueña, comenzaron a reclamar porque personal ministerial se llevaba en bolsas negras lo que ellos presumían eran alimentos.
Caracas. A las 5:16 de la tarde de este jueves, mientras los medios de comunicación venezolanos, públicos y privados, transmitían (en diferido) a Nicolas Maduro en cadena de radio y televisión haciendo promesas y abrazando niños desde la plaza Bolivar de Caracas, la verdad de lo que ocurría en la plaza Bolívar era otra.
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El recinto en homenaje al Libertador de cinco naciones no estaba llena de personas contentas que aplaudían a Maduro. Maduro tampoco estaba ahí; se había ido por lo menos una hora antes. Solo quedaban sillas vacías, desordenadas frente a la estatua del Padre de la Patria, y basura en el suelo: conchas de mandarina, potes de jugo, papel de charcutería y potes de agua vacíos.
A esa hora lo que había en el lugar era un centenar de personas haciendo una larga fila para “entrar” a la plaza desde el sur este, por la esquina de Gradillas. “Nos van a dar comida. Párate aquí”, le decía una señora de la tercera edad, con sus ropas roídas y sus cabellos desaliñados.
Al frente de la entrada de la Catedral de Caracas estaba ubicado un gran toldo blanco, cerrado a la vista. La comida no era una bolsa CLAP gratis, como podría imaginarse el lector, tomando en cuenta la franca campaña en que se encuentra Maduro. Tampoco era un almuerzo caliente tipo arroz con pollo o carne con tajadas y papas, como solía repartir el PSUV en los actos de Hugo Chávez. No. La comida que más de cien personas esperaban entusiasmadas, era una arepa con queso.