Rachel se despierta y toma una especie de veneno que se siente como si estuviera hecho de ortigas molidas. A medida que el líquido se desliza por su garganta, le abrasa la piel, dejando un rastro de ronchas rojizas y urticantes tras de sí.
BBC
Ese día caen del cielo unas gotas ardientes de esa misma sustancia.Y en el centro de ocio de su ciudad, Rachel observa cómo algunas personas chapotean en una charco del irritante fluido.
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Parecen divertirse, pero si ella mete el pie siente un dolor abrasador. No, no es una extraña realidad alternativa; es el mundo de Rachel Warwick, quien es alérgica al agua.
Agotadora rutina
Para ella los baños relajantes son una pesadilla y la idea de bucear en un mar tropical puede llegar a ser tan desagradable como frotarse el cuerpo con lejía.
“Ese tipo de cosas son el infierno para mí”, dice Rachel.
Cualquier contacto con el agua, sea el que sea —incluso su propio sudor— le provoca un doloroso e intenso sarpullido con picazón que puede durarle horas.
“La reacción me hace sentir como si acabara de correr una maratón. Me siento agotada y tengo que tomar asiento por un buen rato”, explica Rachel.
“Es horrible, pero si lloro mi cara se hincha”.
También conocida como urticaria acuagénica, su enfermedad equivale a sufrir la comezón causada por una mata de ortigas especialmente malignas y, al mismo tiempo, padecer los síntomas de la alergia al polen (picor en la nariz y en los ojos y estornudos, entre otros) cada día.
¿Cómo logra Rachel sobrevivir?
El agua es una necesidad básica. Al menos el 60% del cuerpo humano está hecho de agua.
Pero el líquido del interior del cuerpo no parece ser el problema en el caso de Rachel.
La reacción se desencadena por el contacto con la piel y se produce independientemente de la temperatura, la pureza o la cantidad de sal del agua.
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Incluso la más inofensiva, sin químicos y destilada, provoca el efecto.
“La gente no entiende y me pregunta ‘¿Cómo comes? ¿Cómo bebes? ¿Cómo te duchas?’. La verdad es que lo único que puedo hacer es asumirlo y seguir adelante”, dice Rachel.
Un misterio por resolver
La urticaria acuagénica siempre ha sido muy desconcertante para los científicos.
Técnicamente, la condición no es una alergia como tal, pues probablemente es causada por una reacción inmune a algo dentro del cuerpo, y no es una reacción excesiva a algo extraño, como el polen o los cacahuetes.
La primera teoría que trató de explicar cómo funciona decía que el agua interacciona con la capa más externa de la piel, que está hecha, principalmente, de células muertas o de la sustancia aceitosa que la mantiene hidratada.
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