El ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, ha hecho un fuerte llamamiento para que los siete millones de alumnos de la primaria y la secundaria acudan esta semana al inicio de las clases. Pero su llamamiento no ha tenido suficiente eco en un 60% de los estudiantes que han preferido sumarse al éxodo o quedarse en su casa por falta de condiciones para ir a la escuela.
Ludmila Vinogradoff / ABC
Otro tanto ocurre en el lado de los maestros y profesores universitarios cuya deserción ronda en 30% y 40%. La mayoría ha huido a Colombia, Chile y Ecuador donde les ofrecen sueldos atractivos entre 3.000 y 6.000 dólares mientras que en Venezuela ganan apenas 25 dólares después del «paquetazo rojo» de Nicolás Maduro.
Por lo general la vuelta a clases en septiembre es una actividad febril y dinámica que moviliza a las familias de 7 millones de escolares para la compra de útiles escolares, uniformes y calzado. Pero este año para el período de 2018-2019 la población escolar se ha reducido a 3 millones de niños, menos de la mitad, por el impacto que ha causado la crisis como la falta de alimentos, medicinas, la caída de los ingresos por el «madurazo» y la hiperinflación de 34.000% en lo que va de año.
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Terminadas las vacaciones, el bullicio de los escolares en septiembre ya forma parte de un pasado no muy lejano. Recorrer las escuelas, los liceos y los pasillos de las universidades en estos momentos es como andar sobre un espacio desolado, saqueado, ruinoso y moribundo.
La ruina se palpa en todos los niveles de la educación pública gratuita, cuando antes era el orgullo por la masificación y la calidad de su enseñanza en América Latina. Con el éxodo, impulsado por la revolución chavista-madurista, Venezuela ha perdido su mayor riqueza que es el capital humano, formado en los últimos 50 años.
Desmayados por hambre
Angela Castillo es madre de tres niños en edad escolar. Vive en el barrio de Petare. «Han eliminado el vaso de leche en las escuelas. Este año voy a llevar a la escuela solo al mayor que va a terminar la primaria y no a los dos pequeños porque no tengo con qué alimentarlos, ni para darles el transporte», decía con un dejo de tristeza a la espera de que las cosas cambien.
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Sin efectivo, sin transporte y sin comida, es difícil que los estudiantes puedan acudir a las aulas de clases. Reportan entre 5 y 6 casos de estudiantes desmayados por hambre. Lo certifica la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida de la población Venezolana (Encovi): Cuatro de cada 10 niños y adolescentes entre 3 y 17 años (38 % en 2017) dejan de asistir a clases por distintas causas, incluyendo problemas de transporte, apagones o falta de alimentación.
«Hoy le señalamos al Ministerio Público que el 87% de los planteles en el país no tienen acceso al sistema de alimentación escolar, lo que propicia la deserción escolar y la inasistencia por parte de quienes representan el futuro de Venezuela», dijo Javier Tarazona, director de la ONG Fundación Redes.
La deserción afecta más la provincia que en Caracas. Javier Tarazona, denunció que según un estudio realizado en julio pasado por su ONG en más de 1.500 escuelas del territorio nacional, el abandono de las aulas fue de 58 %, mientras que en los estados fronterizos se eleva a 80 %.
Tarazona añadió que en los estados fronterizos como Táchira, Táchira, Zulia, Apure, Bolívar y Amazonas este fenómeno propicia que grupos irregulares colombianos recluten niños y adolescentes para «sus organizaciones terroristas».
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El Colegio de Profesores del estado Aragua (centro del país) afirma que la deserción estudiantil en planteles públicos donde no ofrecen el PAE (Programa de Alimentación Escolar) alcanza 50% mientras que la diáspora de educadores puede superar el 40%, unos 3.000 profesores de la zona no se incorporaron en 2017.
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