Ubicada a 40 kilómetros mar adentro de las aguas venezolanas del Mar Caribe, se encuentra isla Margarita, un paradisíaco lugar mejor conocido como “la perla del caribe”, en donde sus 70 playas de arenas blancas, aguas cristalinas y hermosos paisajes hacen de este un destino turístico por excelencia. Pero la profunda crisis venezolana no le ha sido ajena. Sus viejos hoteles han entrado en el abandono y la decadencia y el flujo de turistas se derrumbo hasta un 90 por ciento en la última década. Una actividad, en cambio, sí creció sin parar: la isla se ha erigido como un importante punto de partida de los cargamentos de droga que los narcotraficantes colombianos mueven en busca de nuevas rutas para llegar al mercado Europeo y de América Central.
Jorge Cantillo / Infobae
Así quedó en evidencia tras la captura de Henry Carrillo Ramírez, alias “Barriga”, un narcotraficante colombiano que lideraba una organización dedicada a fabricar cocaína en la región del Catatumbo y trasportarla por la frontera con Venezuela hasta Isla Margarita, donde era enviada por mar a países de Centroamérica como República Dominicana y Puerto Rico -para eventualmente alcanzar los Estados Unidos- o seguir su ruta vía Europa.
Alias Barriga, de 49 años, fue extraditado desde Colombia a los Estados Unidos en abril de 2019 y terminó aceptando cargos en noviembre pasado ante un tribunal de Boston. Para llevarlo ante la justicia se necesitó una actividad conjunta entre la DEA y la Guardia Civil Española.
De acuerdo a lo confesado por este narcotraficante, es precisamente España uno de los principales destinos de la droga colombiana que está buscando nuevas rutas y formas de llegar hasta las costas europeas. La DEA afirma que la organización liderada por “Barriga” tras lograr llevar la cocaína del Catatumbo hasta isla Margarita , dividía el cargamento una parte para el Caribe y otra parte para España.
A la organización de este narco se le ha incautado, según los cálculos de la DEA, 1.688 kilos de cocaína enviados por la red marítima que tiene como punto de embarque y salida hacia España la paradisíaca isla venezolana. Esto hace calcular a las autoridades que su operación era mucho más grande y que contaba con una capacidad de mover miles de kilos de coca por todo el Atlántico.
A Carrillo “Barriga”, que también era un reconocido empresario de la Ciudad de Cúcuta (Colombia), las autoridades colombianas le incautaron propiedades y activos avaluados en unos 5 mil millones de pesos (aproximadamente 1,5 millones de dólares). Al momento de su captura en 2017, el narcotraficante se encontraba a bordo de un barco sujeto de jurisdicción de los Estados Unidos con cinco kilos de cocaína a bordo.
Este es el delito por el que se declaró culpable y podría enfrentar una pena de cadena perpetua y una multa de hasta 10 millones de dólares.
El dominio mexicano en EEUU y la búsqueda de nuevas plazas.
Pero el caso de Carrillo tan solo es el último ejemplo de una práctica que se ha venido haciendo extensiva desde que los narcos colombianos se vieron obligados a buscar nuevos mercados para comercializar la coca que se produce en el país, debido a un importante cambio en la dinámica de poder entre ellos y los carteles mexicanos que hoy dominan el mercado norteamericano.
Para la década de los 80 y 90, en pleno auge de los carteles colombianos como el Cartel de Medellín, liderado por Pablo Escobar, y el Cartel de Cali, liderado por los hermanos Rodriguez Orejuela, los narcos colombianos eran los amos y señores del negocio de la droga y de la mayoría de los eslabones de la cadena.
Desde su producción en los laboratorios que tenían escondidos en las selvas colombianas, hasta su distribución final en las calles de los Estados Unidos, donde el gramo de cocaína se valorizaba de tal manera que les permitió a los colombianos amasar increíbles fortunas y cultivar un abrumador poder.
En este tiempo, los incipientes carteles mexicanos empezaron a funcionar como intermediarios de los colombianos, ayudando al paso de la droga por Centroamérica hasta su destino final en los Estados Unidos, donde nuevamente los colombianos retomaban el control de su distribución.
Pero la muerte de los grandes capos como Escobar y la captura y posterior extradición de los hermanos Rodríguez Orejuela, empezaron a hacer mella el poder de los colombianos en el país algosajón, ya que las estructura que les sucedieron palidecían en poder ante unos fortalecidos carteles mexicanos que poco a poco se fueron ganando la plaza estadounidense y replegando a sus antiguos socios.
Venezolanos ocuparían la cuarta posición en solicitudes de asilo en México https://t.co/VoxF7ljOPW pic.twitter.com/51Y42z0YXR
— Venezuela al Dia (@venezuelaaldia) January 13, 2020
“El ingreso promedio de los narcotraficantes colombianos se redujo a un tercio porque las principales organizaciones mexicanas comenzaron a comprar de manera directa acá. La ganancia, por ejemplo, por un kilo de cocaína pasó de US$20.000 a US$7.000”, afirma sobre el tema el investigador Daniel Rico a la BBC Mundo.
Esto cambió el negocio, haciendo de Colombia un país productor pero ya sin la capacidad de años anteriores para mover su producto. Además, la guerra interna que vive, en la cual subsisten diferentes grupos armados en constante disputa por el control de los territorios donde se produce la coca, facilitó la entrada de los mexicanos como financiadores de un conflicto que terminó siendo instrumental para su consolidación.
Con la plaza de Estados Unidos copada por los mexicanos, los colombianos buscan maneras ingeniosas de llenar con su coca los mercados ilegales de Europa, en donde un gramo de cocaína se vende entre los 60 y 80 dólares, y en algunas partes como en Australia o Nueva Zelanda asciende hasta más de 200 dólares, mientras que en Colombia no supera los 4.2 dólares.